Sexo y perro caliente en Plaza Venezuela

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“¿No te provoca un asquerosito?”, es una de las frases más comunes en el habla del caraqueño. Comerse un perro caliente, pepito, hamburguesa, o el famoso por excelencia de la ciudad, el choripán, es una de las maneras más factibles para “matar el hambre” cuando se tiene prisa, ya que ahora no se puede justificar su consumo por falta de presupuesto, pues, un pepito en un carrito de esos ronda entre los cien y ciento cincuenta bolívares sin incluir bebida. Eso, si al día siguiente no suben el precio.20140609_171032

Llamarlos “asquerositos” pienso que es acertado. En Plaza Venezuela, a los alrededores de la Plaza Bolivia –esa
donde se paran los metrobuses–, hay cinco  carritos de comida rápida y, en ninguno de ellos, se utiliza guantes para preparar tu comida. Lo único que debes hacer antes de degustar es mantenerte de pie del otro lado de la barra, y estar pendiente de que la saliva o el moco, producto de alguna risotada del “cocinero”, no caiga sobre lo que vas a comer.

Llama la atención que en Caracas, una de las maneras más económicas de acompañar un buen polvo cuando no se tiene sitio, es ir a un hotelito más o menos decente de Plaza Venezuela, Sabana Grande o el centro, y acompañarlo con un asquerosito, ya que lo demás está cerrado por las noches. El sexo de bajo costo, se lleva muy bien con la comida asquerosa. Deseando, a su vez, que el sexo no resulte tan asqueroso como la comida.

Un día, iba pasando por la Avenida Bolivia de Los Caobos a eso de las once y media de la noche, es una avenida que va desde la fuente de Plaza Venezuela hasta la Torre Previsora. Y observo el lugar donde guardan los carritos de perro caliente. Es una casa vieja, que apenas un par de veces había reparado en ella, hasta que en otra ocasión pasé por allí en un taxi y el taxista me contó que en una ocasión, ese lugar, era un prostíbulo muy famoso.

20140609_171222Mi curiosidad se despertó, y le pregunté a un chico que trabaja en el quiosco frente a la casa vieja. Su versión era la de dos hermanos que cuidaban a su madre enferma, hasta que murió y el dueño de la vivienda les pidió desalojo, después de eso se fueron a Chile. Pero hace sesenta años, la casa era un hotel muy famoso de la zona, cuando solo había caobos y ningún edificio. No supe nada más, lo del prostíbulo fue la versión del taxista que probablemente frecuentaba el lugar.

De ser cierto lo del prostíbulo, parece curioso que ahora sirva de almacén para los  carritos de perro de Plaza Venezuela. Teniendo en cuenta que la zona se presta para comprar por las noches un combo de sexo y perro caliente. Probablemente ese lugar siga hoy, de manera más discreta, ofreciendo ese servicio disfrazándose de almacén.

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