Me robaron, ¿y ahora qué?

PhotoGrid_1405480862288Solía caminar el bulevar de Sabana Grande a cualquier hora. Una de mis rutinas favoritas era salir a eso de las diez de la noche a hacer ejercicio en las barras que están entre la estación de metro de Sabana Grande y Chacaíto, justo donde se baja hacia unas letras de PDVSA que sirven como un parque para los niños. Siempre fui alguien poco paranoico con el tema de la inseguridad porque nunca me habían robado, más allá de un hurto.

A pesar de ello, el temor por sacar tu celular, siempre está presente, así que me cuidaba de no hacerlo. Sin embargo, un día, después de salir de cenar del centro comercial El Recreo con una prima a las 8:50pm, decido irme caminando (solo) hasta la estación de Plaza Venezuela, como era habitual. Pero al pasar frente a la sede del 171 (Emergencias), me jalan la franela a la altura del hombro. A mi cabeza llegaron dos cosas: es un conocido o un malandro.PhotoGrid_1405566372106

Al voltear tengo una pistola apuntándome. Decido arriesgarme e ignorarlo, caminar más rápido y tratar de llegar a la puerta del 171, pero en mi intento me patean los pies y caigo al piso. En ese momento me doy cuenta de que son cinco malandritos, y ninguno sería mayor de edad. Me puse de pie y traté de defenderme. Tuve unos segundos de pelea contra ellos, pero me comenzaron a dar en la cabeza con la cacha de la pistola y comencé a gritar pidiendo ayuda.

Lo peor es que estaba todo iluminado y la gente rodeaba mi paliza sin hacer nada, solo veían cómo todo mi cuerpo se llenaba de sangre. Al ver que yo no desmayaba, a pesar de la pérdida de sangre, uno de los delincuentes le grita al otro: «¡Ya, dale el tiro! ¡No le pares!». Yo hice lo que han hecho muchos venezolanos en esta situación: suplicar, rogar que se llevaran todas tus cosas y me dejaran en paz. Por suerte, mis súplicas fueron escuchadas. Vaciaron mis bolsillos, se llevaron mi teléfono y mi billetera con toda la documentación, no tocaron mis llaves.

PhotoGrid_1405480895665De inmediato, me puse a buscar mis lentes en el piso, estaban llenos de sangre y doblados. Me puse de pie mirando a mis espectadores con rabia. Nadie ayudó, ni buscó a un policía. En ese momento reaccioné y me di cuenta que estaba frente a la sede del 171, me acerqué, y el guardia de seguridad al verme cerró la puerta en mi cara. Comencé a tocar la puerta pidiendo ayuda, reclamando que ellos habían visto todo. No recibí respuesta. Una señora se acercó a mí y llamó a los bomberos, quienes me llevaron hasta mi casa.

Al día siguiente, después de limpiar las heridas, fui hasta la sede del 171 para reclamar, y me dijeron que ellos cerraban a las 9 y cuando me acerqué a la puerta ya habían cumplido horario y que, además, debían velar por su seguridad.

No faltaron los típicos comentarios entre conocidos de «¿qué hacías por ahí a esa hora? ¿Por qué andabas con un teléfono tan caro?». Estaba comiendo, quería bajar la comida caminando y el teléfono cumple mis espectativas para los estudios y el entretenimiento. ¿Es malo querer salir a cenar una noche con tu prima? ¿Es malo querer disfrutar tu ciudad? ¿Es malo ahorrar para tus estudios y entretenimiento? Me pregunto.

Como ciudadanos deberíamos tener derecho a vivir nuestras ciudades, a complementar tus estudios con cualquier herramienta, a recrearnos, a tener salud, seguridad y, sobre todo, a tener derecho a la vida. Este episodio es uno más que demuestra la falta de garantías que se tiene en este país, ya que no contamos con una fuerza policial que proteja al civil. Afortunadamente, no me tocó morir ese día y solo se llevaron mis cosas, que han sido difíciles de recuperar porque no hay ni material para un carnet de conducir.

Mi suerte no es la de todos, de hecho, fue una rareza. Días después me entero que un amigo había muerto hacía un año. Con razón, más nunca supe de él y misteriosamente había desaparecido de mi Facebook. Su caso fue similar al mío pero a las dos de la tarde y en Anzoátegui. Solo que él no corrió con suerte y lamentablemente lo mataron. Cosa que me da impotencia cada vez que lo recuerdo. A partir de ese momento, abrí mis ojos, dejé de estar tan alienado y dejé de ignorar la cantidad de muertos en mi país. Para mí no eran estadísticas, eran vidas. Y aunque tenía consciencia de ello antes, cuando te pasa a ti es imposible no conmoverse.

¿Qué hacer ante estas situaciones que se escapan de nuestras manos? Como manifesté en mi artículo anterior, del cual agradezco la participación de una gran cantidad de personas, no tengo miedo de irme. Pero, tampoco pienso que sea una solución, y esto quiero aclararlo en respuesta a muchos comentarios que recibí. Sí considero que la idea de nación es romántica, pero las personas de esta nación son tangibles, son vidas. Si piensas irte, no lo hagas sin antes dejar tu huella en el país. Si piensas quedarte, trabaja por él.

¿Cómo dejamos nuestra huella? Una de las cosas que más me ha fascinado es hacer voluntariado.

En otro de mis artículos sobre los barrios de Caracas, cuento mi experiencia en este oficio, trabajando por la educación del país en una zona necesitada. Estamos conscientes de que transformar nuestra generación es difícil, pero podemos trabajar por educar una nueva generación de venezolanos que serán, así como nosotros, parte del cambio, y que, vivirán mejor. Hay muchas universidades y ONG que buscan voluntarios para ofrecer educación en zonas populares y hasta construyen viviendas a quienes la necesitan. Por fortuna, he participado en ambas actividades y me he sentido bien haciéndolo.

No voy a eximir a los políticos de su responsabilidad, pero nosotros también podemos trabajar por una mejora, por el futuro que son los niños y la juventud.

No llevaría mi bandera en alto en una marcha o en el extranjero, sin haber colaborado con la educación y/o la salud de país.

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8 comentarios en “Me robaron, ¿y ahora qué?

  1. Es triste ver todo esto, a mi me robó un señor mayor que se aprovechó de su condición de tercera edad para ello, y toda esta situación a hecho que la gente pierda esa «esencia» que tenía el venezolano, esa sonrisa esa idea de ayudar al que esta a su lado, pero para muchos políticos no somos vidas, solamente somos parte de un resultado electoral y parte de un informe estadístico, es un final triste para un país tan hermoso como lo es Venezuela.

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  2. Excelente tu blog, he leído pocos post (en realidad este es el segundo) pero debo decir que tu experiencia es una realidad que vivimos día a día, un poco triste que tengamos que pasar por esto. No podemos confiar en quien camina a nuestro lado, o se monta en el puesto de al lado en cualquier transporte público, lo peor despues de un «atraco» es preguntarte cuando podras comprarte un teléfono nuevo (conociendo los altos precios del mercado), o sacarte la cédula o documentos (los cuales se han vuelto un deporte extremo sacarlos por la falta de material).

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  3. tODO LO QUE TU DICES ES RAZONABLE Y VERDAD, PERO EN UN PAIS COMO EL NUESTRO EN DONDE LA INSEGURIDAD ES EL IMPERIO DE LA IMPUNIDAD TU NO PUEDES DARTE ESE PRIVILEGIO DESGRACIADAMENTE ESTA ES LA REALIDAD

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  4. Muy bueno tu blog, refleja la realidad que tristemente nos acorrala durante los últimos años y es una pena que esa esencia que nos caracteriza cada vez este en extinción, la gente y los entes públicos no siente empatía por el prójimo, ojalá en algún momento de nuestras vidas nos paremos a pensar que el país se nos está escapando de las manos y que de todo se puede salir pero hay que tener fuerzas y voluntad para poder cambiar aquello que tanto mal ha causado.

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  5. Excelente su artiulo, sobre el mismo y refiriendome al último parrafo le diré, pienso igual que ud. hay que colaborar en orientar a niños y adolescentes a nuestra juventud, a ser buenos ciudadanos. Pienso que hay que enseñar a pescar no regalarles el pez. Hoy veo todo facil, todo es regalado. A mi me enseñaron que habia que trabajar para obtener lo que se queria.

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